
Un enorme peligro oculto en nuestro suelo
Quizá uno de los recursos naturales más olvidados en la concienciación medioambiental para luchar contra el calentamiento global sea el suelo. La degradación y contaminación del suelo afecta directamente a los alimentos que comemos, al agua que bebemos, al aire que respiramos, a nuestra salud y a la de todos los organismos del Planeta, pero a pesar de su enorme impacto en nuestras vidas y las de las generaciones futuras, es aún hoy en día una realidad oculta, ya que a menudo no puede ser directamente evaluado o visualmente percibido, y tampoco existen estudios a nivel mundial sobre este asunto.
El informe “La contaminación del suelo: una realidad oculta”, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), presentado esta semana en el Simposio Mundial sobre Contaminación del Suelo, alerta sobre todo ello y asegura que “lo poco que se sabe es ya motivo de preocupación”.
La contaminación del suelo provoca una reacción en cadena. Altera la biodiversidad del suelo, reduciendo la materia orgánica que contiene y su capacidad para actuar como filtro. También se contamina el agua almacenada en el suelo y el agua subterránea, provocando un desequilibrio de sus nutrientes. El suelo y agua contaminado puede liberar contaminantes que luego se acumulan en los tejidos de las plantas y pasan a los animales que pastan, a las aves y finalmente a los humanos que se alimentan de las plantas y los animales. Además se reduce la seguridad alimentaria, ya que se reduce el rendimiento y la calidad de los cultivos. Los contaminantes en el suelo, aguas subterráneas y en la cadena alimentaria pueden causar diversas enfermedades y una excesiva mortalidad en la población, desde efectos agudos a corto plazo, como intoxicaciones o diarrea, hasta otros crónicos a largo plazo, como el cáncer.
El uso abusivo de pesticidas y agroquímicos, los vertidos incontrolados de basura, las malas prácticas en el tratamiento de residuos como los metales pesados y los plásticos, los productos farmacéuticos y los productos derivados del petróleo, como los destinados a la higiene personal, son algunos de las causas de que la contaminación del suelo crezca a pasos agigantados. Sin duda, todas las sustancias que contaminan los suelos por actividades humanas como la industrialización, la minería, la intensificación de la agricultura representan un «problema creciente», afirma la FAO.
Principales fuentes de contaminación del suelo
- Las actividades industriales liberan grandes cantidades de productos químicos en el medio ambiente durante la fabricación, el transporte y el uso. Por ejemplo, en 2015 la industria europea produjo 319 millones de toneladas de sustancias químicas, de las que 117 millones eran consideradas peligrosas para el medio ambiente.
- Las actividades mineras generan grandes cantidades de sustancias tóxicas, que el viento y el agua pueden propagar además propagar a otros lugares.
- Las actividades agrícolas y ganaderas contaminan el suelo debido a la aplicación excesiva de pesticidas y fertilizantes, el uso de aguas residuales no tratadas para el riego, y el uso de estiércol y lodos residuales con alto contenido de antibióticos, bacterias resistentes a los antimicrobianos y metales pesados.
- La expansión urbanística ha hecho que el suelo se haya convertido en el vertedero de ingentes cantidades de basura municipal. En 2012 los desechos sólidos urbanos sumaban alrededor de 1.300 millones de toneladas anuales y se piensa que ascenderán a 2.200 millones de toneladas para 2025.
Por otro lado, la FAO alerta de que nunca se ha realizado una evaluación sobre la contaminación del suelo a nivel mundial. La única estimación global se hizo en 1990, cuando se calculó que había 22 millones de hectáreas afectadas, aunque cifras más recientes realizadas en distintas regiones indican que el impacto real seguramente sea mayor: en China se calcula que el 16% de los suelos del país están contaminados y Estados Unidos tiene más de 1.300 sitios catalogados como «contaminados», mientras que en Australia ese número asciende a 80.000, y en Europa hay unos 3 millones.
Se estima que actualmente un tercio de nuestros suelos están moderadamente o muy degradados debido a la erosión, la pérdida de carbono orgánico, la salinización, compactación, acidificación y la contaminación química y esta tasa de degradación del suelo amenaza la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus necesidades más básicas. Con una población mundial que se proyecta supere los 9.000 millones de personas en 2050, nuestra seguridad alimentaria actual y futura dependerá de nuestra capacidad para aumentar los rendimientos y la calidad de los alimentos, y por ende de ser capaces de preservar nuestros suelos. Porque el suelo es un recurso finito y unos suelos sanos son la clave para un futuro sostenible.
Y en este sentido, es importante no olvidar que la protección y conservación del suelo comienza por nosotros mismos: eligiendo alimentos sostenibles, reciclando adecuadamente, haciendo compostaje para reducir la cantidad de desechos que se tiran a los vertederos o manejando los residuos de manera más responsable, por ejemplo desechando correctamente las pilas que usemos o las medicinas, son sólo algunas formas de cómo podemos ser parte de la solución a este gran problema que afecta al agua que bebemos, al aire que respiramos, a la comida que comemos y por ende, a nuestra salud y a la de todos los ecosistemas.
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